Llevo ya muchos años defendiendo a la compañía de la manzana mordida como la mejor opción a la hora de elegir un ordenador para trabajar en comunicación. Últimamente, con la aparición de los smartphones, tabletas, etc, he seguido apostando por ella como una buena forma de compatibilizar todos mis dispositivos entre sí. Sin embargo cada día me cuesta más seguir siendo un “apóstol de Apple”.
Desde aquel 22 de enero de 1984, cuando se emitió por primera vez el anuncio “1984” dirigido por Ridley Scott para anunciar el lanzamiento del revolucionario Macintosh, las cosas han cambiado mucho. Si nos fijamos un poco en qué vendía la marca cuando realizó aquella campaña, descubriremos que desde entonces hasta ahora, la promesa sobre la que se sustentaba la creatividad de aquel anuncio ya no tiene sitio en la sociedad de hoy. Un pena por otro lado.
“1984” presentaba el Macintosh como una alternativa de libertad, una forma de romper con las ataduras de un sistema que nos encadenaba a unas normas establecidas. Basándose en el libro de Orwell, el anuncio no nos hablaba de lo fácil y cómodo que resultaba utilizar el Macintosh, ni su revolucionario ratón ni nada de eso, sino que se centraba en transmitir unos valores sociales reconocibles y motivadores para el público. No se reparó en esfuerzos para hacer exitosa la campaña. Desde contratar a Ridley Scott como realizador de la película hasta emitir el primer pase en la SuperBowll de 1984, cada una de las partes fue una apuesta decidida por impactar a la audiencia.
En mi opinión, una buena estrategia de comunicación se basa en saber elegir un beneficio atractivo para el público, algo real en la marca y que sea diferenciador. Desgraciadamente en la publicidad de hoy hay poco de eso. Me quito el sombrero pues ante “1984”. Macintosh ofrecía con sus productos y comunicaba con su publicidad una libertad que no daban los demás. ¿Quién querría seguir siendo esclavo?
Pero 30 años después no queda nada de aquello. Simplemente hemos cambiado de señor al que servir. Ahora somos esclavos de Apple.
Iphone, ipad, ipod e ipud, sincronizados con Itunes e iPhoto, sin olvidar iCluod. La agenda, y una cuenta de Apple para que todo quede bien controladito. Si decides no usar algunas de estas maravillas, notarás que la operatividad de tus equipos se merma bastante. Eso sí, seguimos usándolos y fieles a la marca, al líder…
La prueba irrefutable son las actualizaciones. ¿Dios mío que hemos creado? Las actualizaciones son el arma definitiva para obligarnos a entrar por el aro del nuevo Gran Hermano.
Si eres de los que actualiza cuando te lo indican, ya es demasiado tarde para ti. Ya lo habrás sufrido. En mi caso, uso un iPhone 4 magnífico con IOS 6. Hace más de un año que salió la versión 7, pero su diseño es un acercamiento descarado al más puro estilo Android, o peor aun, a Windows. NUNCA! Me dije. Pero comenzaron a actualizar las app y muchas dejaron de ser compatibles con mi IOS 6. He resistido mucho, pero hace pocos días decidí actualizar. El diseño ES HORROROSO, pero me permitirá seguir disfrutando mis apps favoritas. Y cuando voy a sincronizarlo con el iTunes de mi Imac, DESASTRE, ya no son compatibles. Trato de actualizar mi sistema operativo (el actual es MacOS 10.5.8, un poco antiguo la verdad) pero resulta que la versión 10.6 corre sobre procesador INTEL, así que no puedo actualizar, no puedo sincronizar, y no puedo gestionar mi teléfono desde mi ordenador.
Actualizar mis equipos ha terminado por hacerlos incompatibles.
¿PERO ESTO QUE ÉS? ¿Ahora tengo que comprarme otro ordenador para poder usar mi teléfono a pleno rendimiento? Y eso lo ha provocado el mismo que me dice… – “actualiza que es mucho mejor…” – . Le falta decirte –“…venga tonto que no duele…” Pues sí duele, y mucho.
Total que ahora me como el horroroso diseño del interfaz del IOS 7 y encima no puedo gestionar el teléfono desde mi IMAC. Por supuesto desde mi macBook tampoco. También es antiguo.
Así que bien venidos a la Gran Manzana. En 30 años Apple ha pasado de luchar contra el Gran Hermano a convertirse en el Gran Hermano. Descanse en paz Steve Jobs (que también tiene su parte de culpa).
Lo peor de todo es que tengo tres equipos que después de años a pleno rendimiento de uso profesional, siguen haciendo muy pero que muy bien su trabajo. Y al fin y al cabo, ¿no preferimos trabajar con la “manzana mordida” antes que tirarnos por la “ventana”?