¿EN QUIÉN PIENSO CUANDO ENVÍO?

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A estas alturas de la película, de mi película, no me da vergüenza reconocer que soy vanidoso. De hecho creo que es una condición indispensable para ser un buen profesional de la publicidad, básicamente por que si te gusta que la gente te alabe el trabajo, ese trabajo debe ser de calidad.

 Como vanidoso que soy me gusta que la gente me pregunte a cerca de esos anuncios que no termina de comprender. Eso de que me interroguen para que yo les aclare si tal o cual gráfica es buena o mala publicidad, además de alimentar mi ego me brinda la oportunidad de soltarles mi discurso sobre los criterios para juzgar cualquier tipo de acción publicitaria. ¿Pero cómo definimos la calidad de nuestro trabajo? Buena pregunta…

En mi opinión, el espectador no puede valorar correctamente nuestro trabajo porque desconoce el objetivo para el que se ha realizado, y es esa la clave para juzgarla: los objetivos de comunicación. Ya hoy, con la democratización de los medios de comunicación de masas, disponemos de numerosísimas herramientas que podemos y debemos combinar entre sí con la única premisa de que cada una de ellas contribuirá de forma diferente a los objetivos de comunicación de nuestra empresa. Esa es la clave, ¿para qué lo hacemos?

Pero quería hablar del email marketing porque vengo observando que su uso se ha polarizado, es decir, encuentro empresas que ni siquiera lo consideran como una opción y otras muchas que saturan nuestras bandejas de entrada de correos electrónicos ávidos de vender sus productos o servicios. ¿Porqué esta diferencia? Pues ni tanto ni tan calvo.

Cada acción, cada estrategia o cada correo electrónico que enviamos debe tener un objetivo de comunicación claro, y dicho objetivo debe tener en cuenta la experiencia de nuestro target, eso que vive cuando se expone al medio empleado. Debemos pararnos a pensar como nos percibirán al ver la tele en nuestro salón, o en la parada del autobús junto a la marquesina, o como lo recibirán en un teléfono móvil con decenas de correos sin leer.

El email marketing es sin duda una de las comunicaciones más directas, con lo que también es de las más intrusivas. Esto para mi nos obliga a dos reflexiones:

1. Su eficacia lo convierte en algo imprescindible. No debemos renunciar a él.

2. Su intrusismo roza la impertinencia y muy a menudo termina en direcciones de correos marcadas como SPAM.

¿Entonces?

La respuesta está en la idoneidad. En saber elegir cuando y para qué. En pensar en los problemas de nuestro público más que en los nuestros. No enviamos correos electrónicos pidiendo auxilio a nuestros clientes, sino para recordarles que pensamos en ellos y que estamos ahí para lo que necesiten. Y no es nuestro canal publicitario, sino una herramienta más que también suma en la estrategia de comunicación integral de las empresas.

Para mi, en mi inmensa vanidad, el email marketing es la mejor manera de compartir alegrías e ilusiones con mis clientes y proveedores, con la ilusión de que al abrir el correo, una sonrisa se dibuje en sus caras.